miércoles, 3 de febrero de 2016

(IN) MOVILIDAD POLITICA.

Buena parte de los tamaulipecos, acostumbrados a vivir en el presupuesto, ven a los procesos electorales como una oportunidad de mejora burocrática, de subir de nivel en el escalafón. Y es que, cuando se trata de la elección de un gobernador –o un alcalde mínimo-, siempre hay movimientos, enroques, despedidos y nuevos servidores públicos. Es lo que significa Baltazar Hinojosa, para muchos.


Roderic Ai Camp como Peter H. Smith, entre otros, han sido los que han estudiado a las elites públicas; de como se forman, de como es el reclutamiento. Y si hacemos caso a las conclusiones de sus estudios, resulta que en México, se sigue actuando igual con todo y que ya vivimos mejores niveles de democracia.


El principal procedimiento para reclutar a los colaboradores es la familia. Recuerdo cuando a Oscar Flores Tapia, le hicieron notar su nepotismo, advirtió: es que solo en ellos tengo confianza. Y no se diga del Presidente mexicano que, hasta cínico, hacía notar que su hijo, con alto puesto gubernamental, era el “orgullo de su nepotismo”.


Después de la familia, lo que sigue, es la camarilla, el grupo de amigos con una extensión a los intereses que se han ido creando. Recuérdese, por ejemplo, que Tomas Yarrington al llegar a la gubernatura se trajo a buena parte de sus amigos, entre ellos a Miguel de la Rosa, a Jorge A. Pérez, unos incluso, compañeros de la época de estudiante preparatoriano. Y es, sin duda, la historia de más de un ciudadano que ha tenido la oportunidad de ser alcalde capitalino.


Lo anterior viene a cuento por lo que está sucediendo en Tamaulipas, ahora que Baltazar Hinojosa Ochoa esta convertido en precandidato único del PRI a la gubernatura. Ya empezó la cascada de renuncias en el gobierno estatal y federal. Por cierto, la primera fue la de José Manuel Assad a la delegación del IMSS, y luego la de Antonio Martínez Torres a la SEDESOL estatal y la de Felipe Garza Narváez a la PROFECO, entre las más importantes.


Ya se conoció, por ejemplo, que Antonio Martínez Torres será el Coordinador General de campaña. Que Felipe Garza Narváez el vocero oficial. No queda la menor duda de la capacidad de uno y de otro; tienen, como vulgarmente se dice, un amplio curricular dentro del presupuesto público. Ambos, por ejemplo, han sido diputado locales y lideres partidistas. Son, a todas luces, decisiones acertadas.


La nota, digamos, curiosa es la que consigna que Felipe Garza Narváez será el vocero oficial. No se trata de minimizar sus andanzas políticas, que lo llevaron a ocupar en otro sexenio, la Coordinación de Comunicación Social del Estado…pero él es, aparte de odontólogo, un político. La costumbre, casi ley, es que el vocero siempre ha sido alguien ligado a medios o a la talacha periodística.


Que los primeros nombres de colaboradores de Baltazar sean Antonio Martínez Torres y Felipe Garza Narváez indica, de manera natural, que no arriesga a la improvisación ni a la irresponsabilidad. Pero también indica que el PRI no ha sido capaz de crear más cuadros políticos, al menos no se ven y los que se ven, sin la menor duda, son los junior, los hijos de políticos que, la mera verdad, no tienen las tablas, la madera, para ser como los papas.


Decía el malogrado Enrique Blackmore, cuando lidereaba al PRI municipal: que lo cuadros de su partido, en su gran mayoría, era de generaciones pasadas y veía como en los de enfrente, en el PAN, en cada elección aparecían nuevas caras: en el PRI, son las mismas… ya ven, aun edad Marco Antonio Bernal Gutiérrez aun se animaba a ser el candidato de su partido. Los dinosaurios tienen experiencia… y el partido, el PRI, necesita sangre joven.


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