Cuando Jesús Galindo habla de la ingeniero en la
comunicación social, tal y como lo hizo este lunes en la ULSA-Victoria,
invariablemente obliga a su auditorio a pensar. A mí, sus palabras, me hicieron
recordar el texto de Luis Alberto Machaco “La revolución de la inteligencia”,
donde afirma que todos nacemos igual de inteligentes, pero el contexto de
nuestro desarrollo hace que, a la larga, unos sean más inteligentes que otros.
En principio debo hacer notar que Jesús Galindo Cáceres,
en su papel de investigador, es un ejemplo de cómo se debe trabajar la ciencia
en los entornos de la sociedad. Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en
Lingüística, cuando abrazo la investigación como forma de vida tejió un plan:
asumir la investigación en función a un proyecto, digamos eje, donde puedan
albergarse dos o más variantes.
Asi, inicio estudiando la 1) “Cultura Política” y luego
siguió con la 2) “Cultura Mexicana”; posteriormente centro sus esfuerzos de
análisis, reflexión e investigación en la 3) “Cultura de la investigación y la
metodología” que, que quizá, lo lleva a
iniciar una 4) “Construcción teórica en el ámbito de la comunicación”. Y en
esta época, su tema de reflexión, estudio y análisis es la “Ingeniería de la
Comunicación Social”. Y cada periodo cubre, advierte, de 5 a 7 años de trabajo.
La llegada de Galindo a dar la conferencia en el Congreso
“Comunicación sin límites” se puede explicar, incluso, consecuencia de una ingeniería
social de la comunicación: Zyanya Castillo y Laura Díaz escucharon la
conferencia que Galindo expuso en el año 2013 en Monterrey, en el Congreso de
CONEICC. Así que, ahora, enteradas del Congreso que realizaría su Universidad
hicieron la propuesta, se investigo y todo, como dirían en Matamoros,
arreglado.
Es difícil explicar en pocas palabras la ingeniería de la
comunicación social. Sin embargo, se puede establecer que las decisiones y
acciones van siendo consecuencia de otras. Y puso dos ejemplos: la distancia
abismal de México y Japón en cuestión de patentes, es decir, de productos
científicos y tecnológicos; haciendo notar que los estudiantes de Secundaria en
Japón desarrollan más patentes que los científicos mexicanos. ¿Por qué? Porque allá
hay una ecología, un ambiente, que lo facilita y promueve.
El otro ejemplo es determinante para la psicología y
comportamiento del mexicano. Dos jóvenes son parte de un intercambio
académico-cultural: una alemana viene a México; y la mexicana se va a Alemania.
Al mes, la joven alemana ya tenía muchos amigos, era parte de tres grupos, uno
de cine-club mexicano; otro, de ambientalistas y ecologistas y uno más que
investigaba la cultura mexicana. En cambio, la mexicana: se quería venir,
estaba aburrida, porque no tenía amigos y no había nada que hacer. ¿Cómo
explicarlo? La capacidad de socializar, que te lleva a compartir y no a
competir.
Cuando Jesús Galindo esboza sus ideas de una cultura de
compartir y no de competir, como decía Cantinflas, sin querer queriendo me
acorde del calificativo que adjudican a los mexicanos: “individualistas y nada
cooperativos” y la explicación de las cestas en donde, una tenia cangrejos
mexicanos y en la otra chinos: en la mexicana, cuando uno quería salir, las
otras lo jalaban… en cambio, en la chinas fue otra actitud: una subió arriba de
otra, así, sucesivamente, hasta salir, jalándose unas con otras: todas salen.
Fue claro, contundente, el expositor cuando cuestiona a
los jóvenes sobre lo que hacen, sobre su mundo. Es fácil explicarlo: si no
estudian, no aprenden; si no practican, no desarrollan un talento. Pero sobre
todo, obvio, si no comunican, no
consolidan su proceso de socialización, de compartir y no competir. Es simple:
si no se comunican es porque, en la práctica, no tienen nada que comunicar. Aun
no le dan un sentido a su vida.
Contacto:
Web:
http://meligue.blogspot.mx/
No hay comentarios:
Publicar un comentario