Los dos últimos días fui a Tula. Recorrí sus calles en mi
caminata matutina, volví a extasiarme con su condición de Pueblo Mágico, me
deleite con la restauración de sus calles, de sus edificios, conocí por primera
vez –ya en funciones-, el espacio comercial y recreativo conocido como Arroyo
Loco. En fin, disfrute y converse con su gente.
Debo decirles que, en sí, la remodelación aun no culmina:
la presidencia municipal, por ejemplo, está a medias; se observa que están
trabajando a marchas forzadas, todo hace indicar que Juan Andrés Díaz Cruz, el
alcalde, quiere dejarlo estrenado al nuevo alcalde que, medio mundo lo sabe, es
de corte panista. El será quien lo disfrute a plenitud.
Tampoco está terminada la iglesia. En un principio, nos
habían comentado, estaría listo para abril o mayo, luego que paras sus fiestas
patronales y nada. Ya fue hasta la fiesta de la fundación. Pero ya es menos; el
interior está listo y se trabaja en la fachada externa, la pared que da a la
calle principal.
¿Qué fue lo que la vox populli de Tula me comento? Pues
entre otras cosas, como siempre suele suceder, que más de un servidor público
del gobierno estatal –obvio, en contubernio con el alcalde-, hicieron posible
que antes de la remodelación se apropiara –comprara, pues-, una que otra casa
abandonada y que hoy ya rinden usufructo, pues fueron rentadas a instituciones
bancarias.
Se observa, por otra parte, el avance notable de la remodelación
de las fachadas de casas y negocios. Uno de los ya remodelados es el antiguo
Hotel Diligencias que, por cierto, ya no es tan fácil visitarlo, puesto que fue
adquirido por inversionistas de otro estado. Y creemos que, al paso del tiempo,
puede volver a ser reabierto, tal como
sucede con el remodelado Casino de Tula, convertido en excelente exponente
gastronómico de la región, aunque con un pésimo servicio.
Lo que si me impresiono, de sobremanera, es la evolución
y casi conclusión del proyecto del Arroyo Loco: a lo largo del mismo se puede
observar un hermoso acabado, diseminados a lo largo uno que otro negocio
gastronómico. Y lo que es su parte central, ya con algunos negocios
establecidos, se muestra imponente: como dijo mi hermano Isidro, en una de las
islitas con vegetación, hasta los quelites llaman la atención.
Y el desarrollo de Tula como pueblo mágico no para ahí.
Ya medio mundo sabe que en el Cerro, el que está al poniente, ahí donde una y
otra vez he tomado fotos del amanecer –Cruz de por medio- como del atardecer,
habrá una Cruz Monumental. Esto en su momento lo informo el Gobernador Egidio
Torre Cantú. Se convertirá, pues, en un excelente mirador. Y, para rematar,
quien es el dueño, o concesionario, del Centro Comercial y Recreativo Arroyo
Loco, tiene pensado construir un restaurant de postín.
No cabe pues, Tula, pueblo mágico, está evolucionando a
grandes pasos. Lo único que le seguirá faltando, serán hoteles con mayor
capacidad, mejor equipados, con mejor atención al público –que no haya tanto
sancudo-, para que el turismo siga incrementándose como hasta la fecha. Y
claro, tener también mejores gobernantes, que sirvan, no que se sirvan, porque
esa fue la razón del hartazgo, del voto que le dio el triunfo al PAN.
Como tamaulipeco, como ciudadano con familia en Tula, me
da gusto y emociona la evolución en Pueblo Mágico. Sus artesanías, entre ella
la Cuera Tamaulipeca, la gastronomía (cabrito y las enchiladas tultecas), así
como la tranquilidad y el clima, hacen que dicha población sea potencialmente
opción de turismo recreativo.
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