lunes, 20 de julio de 2015

CUIDAR LA VIDA.

Para este momento, miles de tamaulipecos como de victorenses, ya no están en su casa: andan de vacaciones; unos, los más afortunados, ya recorren lugares y ciudades mas allá de nuestra frontera; otros, ya presumen sus selfies en alguna playa mexicana, en tanto que, unos más, abarrotan ya los lugares de recreo y esparcimiento en la entidad, como las playas o zonas de ríos, bosques y muchos árboles.


En lo particular, mi primer día de vacaciones, lo aproveche para ir una vez más a El Tigre: lugar emblemático de la zona de Santa Engracia. Los habitantes de El Roble, El Alamito, El Olmo, entre otros, de manera normal dicen “vamos a la cortina”; porque ahí está la cortina que sirve para distribuir agua para el cultivo. Fue fabuloso ver, si, ver, constatar, como las familias vuelven a ese lugar: adultos, hombres y mujeres, y sobre todo niños, hacen que El Tigre sea una vez más un centro de reunión familiar.


Hace muchos años aprendí que la vida se compone de etapas y procesos; a la etapa del trabajo, sigue una, la de descanso, de ahí la naturaleza de las vacaciones: son tan necesarias como el trabajo, son su complemento. Sin embargo, de forma reiterada, para algunas familias las vacaciones se convierten en dolor, al ser participes de eventos que lastiman la integridad personal o, incluso, provocan su perdida.


De ahí la serie de recomendaciones que se hacen al momento de iniciar unas vacaciones: si el viaje será por carretera, en coche propio, no hace daño recordar: a) revisión del vehículo, para que todo este en perfectas condiciones; y, sobre todo, b) Conducir en perfecto estado de salud y mental. Bien lo dice el Obispo capitalino: no deben conducir si han ingerido alcohol. Y claro, respectar las señales del tráfico vial y no excederse en la velocidad.


La vida puede definirse de muchas formas, según sean los conceptos mentales que se posean. Por ejemplo, José Alfredo Jiménez cantaba: No vale nada la vida/la vida no vale nada/comienza siempre llorando /y así llorando se acaba / por eso es que en este mundo /la vida no vale nada. No estoy de acuerdo con José Alfredo: la vida vale, por eso, le tenemos miedo a la muerte… nos enfermamos y vamos con el doctor y cuando nos dicen que no hay remedio, nos aferramos a los designios de Dios.


El raciocinio y la fe nos conducen a preservar nuestra vida. Sin embargo, día con día, hacemos lo contrario. Tomar y manejar es casi un deporte nacional; pasarse altos e ir a exceso de velocidad, se ve y se hace como si fuera un acto normal –al menos en Cd. Victoria-, y los accidentes, a veces con fatales consecuencias, son parte de una estadística. La vida vale y se pierde por un descuido.


De pronto, no cuidar la vida, es parte vaya pues de la vida. No tenemos la cultura de la prevención: y luego, cuando nos diagnostica una enfermedad degenerativa, no atendemos las indicaciones del médico. De algo me voy a morir, se piensa y en algunas ocasiones hasta se pregona. Si, de algo nos vamos a morir, pero, ¿Por qué apresurar tal momento?


Siempre nos encomendamos a Dios, en tanto que el gobierno también hace su trabajo: vigilar y vigilar carreteras y caminos; poner puestos de primeros auxilios en los lugares más concurridos y claro, los prestadores de servicios hacen su tarea con calidad y eficiencia. Luego entonces, porque nosotros no hacemos lo propio para preservar nuestra vida.


Por experiencia adquirida y propia observo una regla de la vida: tomamos conciencia del valor de nuestra vida, y empezamos a poner orden en ella, hasta que el G:.A:.D:.U:. Nos hace una advertencia. Es cuando el médico nos da prescripciones de alimento, de ejercicio como de medicamento. A veces, ya es demasiado tarde y en otras estamos a tiempo de corregir y mejorar nuestro ritmo y sentido de vida.


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Twtter: @melitonguevara


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