Veo, leo y escucho lo que sucede en mi México, lindo y
querido, como en Tamaulipas. Y de pronto, recuerdo la expresión de “Algo huele
mal en Dinamarca”, expresión extraída de una obra Shakespeare de 1601. Hamlet.
Es parte de un dialogo que se desarrollo ante hechos, acontecimientos, que
tienen que ver con la corrupción. Y la verdad, ante lo que sucede en la
sociedad presente, no puede uno más que recordar esa expresión.
En más de una ocasión se hace notar que la “sociedad” en
su conjunto esta desintegrada. Lo vemos, por ejemplo, en el ámbito político: la
corrupción e impunidad de los servidores públicos, la complicidad que se da
entre estos y los barones del crimen y la delincuencia organizada, no dejan la
menor duda. Pero también lo está la sociedad: su indiferencia, su
irresponsabilidad cívica, entre otras cosas, son lo que permiten que sucedan
cosas como esas.
Y vista, digamos, la descomposición de la sociedad basta
con enterarnos de hechos que, aislados, pueden dar cuenta del estado de cosas.
Hace días, la semana pasada, dos hombres entraron a una cantina y dispararon a
quemarropa a una mujer; en un negocio, un individuo fue a reclamar una
infidelidad y al poco rato regreso con una pistola y asesino a quien, cuentan,
le hacía gane con su esposa. Casos como estos, suceden todos los días.
Pero ayer se publico una nota que me da aun mas pesar:
“encarcelan cada mes a 53 menores”. Y
proporciona más datos: son detenidos 53 en promedio por mes; en este momento
hay 326 menores recluidos y 387 reciben un tratamiento externo. Y lo más grave,
de los delitos cometidos o atentados en contra de la seguridad de la comunidad,
hay quienes enfrentan cargos por secuestros en tanto que otros son acusados de
violación a la Ley Federal de Armas de Fuegos y Explosivos. Nada menor, si,
nada menor.
¿Por qué algo hueles mal en Dinamarca? ¿A quién cargarle
la culpa? Todos los gobiernos y el de Egidio Torre Cantú no es la excepción,
vía el DIF desarrollan una intensa labor en pro de la familia. La señora Pilar
González en más de una ocasión ha dejado constancia de su entrega, de su
esfuerzo y de su trabajo en pro de la familia. ¿Qué está fallando? ¿Acaso son,
digamos, otras tareas?, por decir, las que tienen que ver con el desarrollo
económico o el desarrollo social.
Diríamos que Mónica González, ahí en Desarrollo Económico
y Turismo, ha cumplido si hacemos caso a sus cifras y datos que siempre
presume; en tanto que Antonio Martínez Torres, ahí en SEDESOL, quizá si ha
tenido fallas puede ser por exceso de burocratismo o por una visión cuadrada.
Decía un amigo hace días: no es lo mismo un promotor que un vendedor y si,
efectivamente, estoy de acuerdo. La distinción es obvia.
Y es que los males de la sociedad ahí están: la pobreza y
marginación persisten pese a la eficiencia de Martínez Torres para entregar
despensas; pese a que Mónica presume que se crean más y más empleos al grado
que hasta en feria del empleo los promueve. Lo cierto, innegable, es que no se
avanza en el combate a la pobreza, lo que conlleva otro tipo de problemas, como
son el incremento de los robos, el que los jóvenes se inserten en acciones
ilícitas como el robo y la drogadicción.
La respuesta más sencilla es solo una: que las acciones
del Estado, si bien es cierto que son buenas, no han sido suficiente; o que, en
el peor de los casos, se realicen de manera desarticulada, de tal manera que
sus efectos no sean tan positivos como uno, y ellos, quisieran. Por eso, pese a
las cifras, el desempleo aumenta, los salarios son bajos, cada vez rinden menos.
Cada vez hay más pobres: menos empleo, peores salarios y el costo de la vida
cada vez es mayor.
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