Para muchos, desde el momento que inicio el proceso
electoral anterior, lo que sucediera en el Estado de México era relevante para
el 2018: si ganaba MORENA, decían, prácticamente AMLO tenía en sus manos la
presidencia de la Republica; en cambio, si el PRI retenía la gubernatura –al
precio que fuera-, podía tener la certeza de que aun cuenta con esperanzas de
retener la presidencia en el 2018.
Los hechos, efectivamente, así lo indican: gano el PRI en
el Estado de México, aunque aún falta ver el desenlace final con el resultado
de las impugnaciones. Sin embargo, la elección si deja, no solo una enseñanza,
varias pues, que tienen que ser tomadas en cuenta si se quiere obtener el
triunfo: en el caso de MORENA, se entiende, perdió por su estrategia de soberbia.
ESTRATEGIA DE CAMPAÑA.
Hubo un tiempo, o una época, que se decía fácil: en menos
que canta un gallo se construye un candidato. Eran los tiempos de que, para
salir en la foto, era necesario no moverse; hoy es al revés: la estrategia ya
cambio. Cuando el presidencialismo fuerte (el priista) bastaba con ser señalado
por el Presidente en turno y toda la maquinaria se ponía en marcha: y el
triunfo, por lo regular, era aplastante aunque en proporción inversa al abstencionismo.
Para llegar al poder antes era estar frente a la
ventanilla del poder central; hoy, además de ese poder central, hay que estar
en la ventanilla del Estado. Así sucedió a partir de Tomas Yarringtón… los
gobernadores ya no llegaban del DF: tenían que tener presencia, capital
político, en la entidad. La estrategia, de ser central pasó a ser local, pero
con el mismo ingrediente: dinero, para ganar la elección.
LA ESTRATEGIA POLITICA.
Cuando al PRI ya no le resulto suficiente ganar con el
dinero, porque ya había empezado a perder alcaldías, diputaciones, gobernadores
se manejó que el punto central de una campaña política era la estrategia; es
decir, combinar una seria de elementos o factores, de tal suerte que, al final,
el resultado fuera un triunfo electoral. De ahí, si, las encuestas, el marketing
políticos, los mensajes políticos… pero sobre todo, la coyuntura de formar
coaliciones.
La estrategia tiene elementos o puntos de partida: el
candidato, que debe tener carisma, no caer mal a la gente y no tener fama de
corrupto; conocer el posicionamiento del candidato y a partir de ahí, con
mensajes excluyentes, ir paso a paso en busca de los electores, que tienen
distinto interés y expectativas. Dicho en otras palabras, que no tenga cola que
le pisen… tiene que ser, si, lo más transparente posible. Ser congruente.
EL PODER DE LA INFORMACION.
En el arte de la guerra, el medio o instrumento más
valioso, es la estrategia del engaño: para eso la materia prima es la
información, conocer las fortalezas y debilidades de los candidatos. Y sobre
todo, la percepción que tenga la gente del candidato. Por ejemplo, AMLO genera
confianza de cambio; sin embargo, ciertos sectores de la población, es
mesiánico (salvara a México); intolerante, solo él dice la verdad; y no es
capaz de delegar, de confiar en otros, centraliza pues el ejercicio del poder.
El político, por costumbre, engaña sobre sus propósitos u
objetivos y en su lucha por alcanzar el poder no vacila en soltar lodo,
información negativa, sobre los adversarios. Recuerdan aquello de “Es un
peligro para México”. En fin, la publicidad negativa, los escándalos
mediáticos, descalifican para poder ganar. Lodo, entiéndase, que no hizo mella
por ejemplo en Francisco Javier García Cabeza de Vaca por una sencilla razón:
el hartazgo de la gente y, cuentan, la traición desde el poder político.
GANAR EL 2018.
Cuentan que, después de las elecciones del 4 de junio,
EPN se reunió con los gobernadores priistas: les explico, describió, una
estrategia para emocionarlos y que estén convencidos de que el PRI no está
perdido en el 2018. Una estrategia que, cuentan, entro en operación en el
Estado de México. ¿Que vimos ahí?: negociar con unos, dividir a otros e
impedir, así, que el más fuerte triunfe.
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