jueves, 1 de junio de 2017

SOBERBIA BUROCRATICA.

El ser humano en un proceso de interacción social se ve envuelto en un conjunto de sentimientos o emociones y, en algunos casos, vinculados a un conjunto más, pero de valores y principios. Para nadie escapa, por ejemplo, que la ambición es un motor para hacer cosas, unas incluso hasta incorrectas; pero también, obvio, el egoísmo nos convierte en fieros enemigos de unos y otros… y, también, hay que agregar temas como la vanidad, la soberbia, entre otros.


Hay una realidad que no se puede negar: tanto en el contexto familiar, como en el laboral, en el de la amistad o en el de la política, siempre hay conflictos entre unos y otros; y por lo regular, lo que más predomina, es la ambición y el egoísmo. Visto esos procesos de interacción a nivel de política y gobierno, hay que agregar otros más: el autoritarismo, el despotismo, la vanidad y la soberbia.


EL QUE ES JEFE, SI SE EQUIVOCA VUELVE A MANDAR.
Es un comportamiento, digamos, que medio mundo conoce: que en cualquier parte del gobierno, el que es jefe, es jefe y si se equivoca vuelve a mandar. Por eso, o para eso, es el jefe. Con lo anterior, vaya pues, es como se trata de identificar un tipo de comportamiento burocrático: que se da, sin la menor duda, al más alto nivel. Y, en esa coyuntura, el subordinado, prefiere no hablar, disciplinarse y acatar.


El ejemplo más claro, creo y no tan antiguo, es el de Manuel Cavazos Lerma: nadie desconoce, o desconocía, sus virtudes y talentos; el gran problema es que, ante cualquier situación, por el simple hecho de ser gobernador, consideraba que su palabra era ley y además correcta. Un día, por ejemplo, a unos ecologistas los tilde de ser “enemigos del desarrollo”, por oponerse a un desarrollo inmobiliario que dañaría el ecosistema, a la vida natural.


LA SOBERBIA LLEGO CON EL CAMBIO.
Hasta donde se ve, en medios de comunicación y redes sociales, el gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca trata de contemporizar con la realidad: se toma fotos con niños, juega futbol con ellos, visita a los burócratas de la torre, entre otras cosas. Pero hay, si, una realidad que se escucha casi en todas las dependencias gubernamentales: quienes llegaron con los vientos de cambio, principalmente de Secretarios hasta Directores, tienen algo en común: la soberbia con la que se conducen.


Soberbia en su trato con los subordinados y que, por otra parte, no se contrasta con la capacidad, conocimientos y experiencias para ejercer el cargo. La mayor parte de los nuevos servidores públicos de mandos medios hacia arriba, entiéndase todos son panistas, pero buena parte son foráneos y a partir de ahí, ojo, les nace la soberbia: pregonan que vienen a salvar a Tamaulipas y, la verdad de las cosas, ni siquiera lo conocen… hay áreas en donde todos son foráneos y despidieron a todos los que sabían.


NO TENGO EL DATO.
Cuando observamos la conducta de un servidor público siempre recordamos la óptica con que Max Weber los tasaba: un servidor público, por vocación, debe servir a la población, a los gobernados; sin embargo, observaba Weber, que no siempre es así: que unos prefieren, en lugar de servir, servirse… echan por la borda la vocación y, más terrible, si a esa falta de vocación agregamos que no tienen conocimientos ni experiencia y si, mucha, pero mucha soberbia.


Bien dicen las Sagradas Escrituras: por sus hechos los conoceréis. Y, efectivamente, los conocemos: ante la falta de un perfil para el puesto, una Secretaria que ya se fue, dijo: vengo a curar el sistema. Y, hoy en día, la gran mayoría de los servidores públicos de primer nivel, cuando están frente a una grabadora, a una pregunta de un reportero, su respuesta es: “No tengo el dato”. A la falta de experiencia, de vocación, agregan, que no aprenden.


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