martes, 27 de febrero de 2018

POLITICA SIN MORAL.


Estamos en elecciones. Ya están, casi, definidos quienes serán los candidatos a la presidencia de la Republica; están definidos, casi todos, los candidatos a las senadurías; están en proceso de conformarse las candidaturas a las diputaciones federales como a las alcaldías. Todo lleva un ritmo, se van cumpliendo los plazos… y ya vivimos, al menos en la parte presidencial, una guerra sucia de tremendas dimensiones. No cabe decir que se dan hasta con la cubeta. No está al 100, quizá al 200 por ciento la guerra sucia.


En este contexto es como Arcenio Ortega Lozano, el representante del PT en el IETAM, se lamenta que el gobierno ni el IETAM hayan tomado medidas para que los partidos políticos firmen un acuerdo de civilidad, para que se permita, dice, una campaña de propuestas, sin agravios, ni ataques entre quienes aspiran a un cargo de elección popular. No hay, dice, voluntad política del gobierno ni del IETAM.


LAS REGLAS DEL JUEGO.
Creo, sinceramente, que es lamentable que Arcenio –de un partido de izquierda-, le pida que sea árbitro al gobierno; y que, además, quiera que el IETAM les recuerde a los partidos políticos que deben hacer una campaña de altura, congruente con sus principios y programas de acción. Obvio, el habla porque conoce la realidad. Pero esa realidad, nos dice, que partidos políticos y candidatos no cumplen con las reglas del juego… y esas, obvio, están muy claras.


La primera regla del proceso electoral son los valores de la democracia. Los partidos políticos, por ejemplo, deben hacer prevalecer al interior la igualdad entre la militancia; deben practicar la legalidad, la justicia, la equidad, la transparencia. Si no los cumplen, ya están violentando el proceso electoral. Por otra parte, el proceso se rige por una legislación que marca pautas de comportamiento, restricciones, plazos, medios de impugnación, de rendición de cuentas… si no se cumplen, obvio, no están acatando las reglas del juego.


SIN PROPUESTAS, ATAQUES Y DESCALIFICACIONES.
Los partidos políticos representan, nos dice la teoría, a una parte de la población; lo hace en la medida que cuenta con una declaración de principios y un programa de acción, que propone una plataforma política-electoral. Hoy en día, eso no cuenta, los partidos son una especie de tuti fruti: una mezcolanza, como el PRD (izquierda) y el PAN (derecha) hacen una alianza. Con eso, ya hay, en la teoría, una violentarían a la democracia… que, en las campañas, se agudiza.


Se agudiza porque no hay propuestas concretas. Prometen creación de empleos, que mejorara el poder adquisitivo del salario, que terminaran con la pobreza… Pero eso, lo dicen todos los candidatos. Todos ofrecen, por ejemplo, acabar con la corrupción. No hay diferencia, aunque si la hay en la parte visible de la propaganda negra, que acusa, denigra, descalifica, y eso nos lleva, en el plano de la decisión electoral, a votar por el MENOS MALO.


POLITICA SIN MORAL.
Apenas termina la precampaña presidencial, estamos en la intercampaña, y ya tuvimos una evidencia demasiado fuerte de cómo podrá ser la publicidad negra en la campaña misma. ¿Por qué llegamos a eso? Creo que por una simple razón: los políticos, los partidos políticos, ya nos acostumbraron a una ejercicio de la política sin moral. Donde las reglas ahí están, pero se cumple a medias y todo porque, entiéndase, los partidos políticos a través de sus legisladores hacen las reglas y el órgano electoral simula ser ciudadano.


Los partidos políticos y sus candidatos no promueven, como lo establece la Constitución, las prácticas democráticas. Lo estamos viendo con la definición de las candidaturas en cada partido político. A un candidato se le acusa de ser un peligro para México, a otro que es un ambicioso empedernido y, a uno más, de que no puede ofrecer combatir la corrupción porque el, precisamente el, es parte de ella. En la práctica, hoy en México, somos testigos de cómo partidos, líderes y candidatos convierten en realidad la sentencia de que, no importan los medios con tal de alcanzar las metas propuestas.


INCONGRUENCIA DE ARCENIO.
No estoy convencido de los pactos de civilidad. Efectivamente, en otras épocas, se han firmado. El gobierno, solo en el discurso es imparcial; en los hechos, siempre, han tenido intereses… por eso las historias del papel del Secretario de Gobernación; que compra o coopta a líderes, enlaces o representantes de uno u otro partido –obvio, contrarios-, para que hagan o dejen de hacer. Basta recordar las historias que se cuentan sobre Reynosa… para que no pierda el PAN. Y al IETAM, tan simple, le toca hacer bien su trabajo, como lo que es, un árbitro. Hace mal, Arcenio, en pedir un pacto de civilidad.


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