viernes, 13 de febrero de 2015

LA PREOCUPACIÓN DE AIDA.

Los diputados locales tienen dos preocupaciones: 1) Una, verificar que el Presidente de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, este haciendo bien su trabajo, por eso ya esta ordenado que pronto comparezca ante ellos José Martín García Martínez; 2) Que en su informe salte un dato que prende focos rojos, que sean las escuelas el segundo lugar en violaciones a los derechos humanos. ¿Qué está sucediendo? ¿Cómo explicarlo?


Para la diputada Aida Zulema Flores Peña es una preocupación, una especie de focos rojos. Dice al respecto: “Me llama la atención y me preocupa que la Secretaria de Educación esté a tan sólo dos denuncias de las 192 que acaparo el año pasado la Policía Estatal Acreditable ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado…”. Yo creo que no solo ella debe estar preocupada, también Diodoró Guerra y, claro, los padres de familia.


La preocupación compartida es por una sencilla razón: los policías están considerados como un cuerpo represivo, es el brazo ejecutor de la represión gubernamental y, de mucho tiempo, su actuación ha sido calificada como violatoria de los derechos humanos; en cambio, el papel de los profesores es educar, trasmitir conocimientos, afianzar valores, es decir, compartir a las nuevas generaciones en buenos ciudadanos.


No es paradoja, es una realidad. ¿Qué ha sucedido? Que la dinámica de la sociedad ha cambiado. Mi generación, como las de antes, fue educada en un contexto donde los derechos humanos aun no tomaban carta de naturalización. Los padres mismos, lo recuerdo muy bien, “recomendaban” al profesor que educara al hijo. Los reglazos, los coscorrones, la expulsión, entre otros, eran los castigos más socorridos.


Recuerdo que a una maestra, en la primaria, le decían “La bruja”, por ser estricta. Y claro, yo puedo decir que, para mí, fue una excelente profesora. Había otra maestra, en la misma primaria, que emulaba a Fernando Valenzuela: al estar escribiendo en el pizarrón, al escuchar que alguien conversaba, no lo dudaba: volteaba y con tremenda recta, lanzaba el borrador al cuerpo del “hablador”. Y no pasaba nada. ¿Cómo enmendar hoy la situación?


La misma diputada Aida Zulema da una solución, cuando menos en el discurso: que las autoridades, los profesores y padres de familia acuerden acciones para fortalecer entre los alumnos los valores de responsabilidad como de honestidad. ¿Dónde, pues, tienen los niños, adolescentes y jóvenes que aprender los valores de su vida cotidiana? Obvio, con los padres, sus familiares; pero también, con sus vecinos, sus profesores.


Creo que muchos estamos de acuerdo: la mejor forma de educar a los hijos, a los niños, es con el ejemplo. Un joven es detenido por cometer acciones reñidas con la ley, es un delincuente. Los vecinos, quienes conocen al joven, que conocen a su familia, se limitan a decir: es como el padre, no tiene sentido de la responsabilidad, quieren todo fácil y no le gusta trabajar. El joven vive, se desenvuelve, en el contexto en el cual creció y se desarrollo.


¿Cómo pedirle al estudiante que practique valores si no los observa en los mayores? Decía un amigo: les pedimos a los jóvenes que practiquen la democracia y, ni en la casa ni en la escuela, se les educa con el ejemplo. Sucede lo mismo con los valores, sobre todo el de respeto, el de la autoestima y claro, el de la responsabilidad. No se les enseña que la vida nos demanda trabajo, responsabilidad, orden, solidaridad, integración, respeto.


El tema de los Derechos Humanos es sintomático de lo fallido del estado de derecho en la actualidad. No se cumplen las leyes; las autoridades no hacen, vaya pues, lo que tienen que hacer con el debido proceso. Sin embargo, que ahora sean las instituciones educativas las que están en el ojo del huracán de la violación de los derechos humanos, solo nos lleva a un conclusión terminante: el sistema educativo está fallando, no educa y no refuerza valores… porque la educación a fin de cuenta, sirve para eso: para que impacta en nuestras creencias y en nuestras acciones.




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