Todos los hechos políticos tienen, quiérase o no, una
explicación. Así, el hecho de que Margarita Arellanes o que Marcelo Ebrard no
pueda ser diputado. En el caso de este último, ya Guadalupe Acosta Naranjo
aclaro: no será diputado por simple cuestión aritmética. Su tribu no tiene
presencia, solo para un diputado. Así, las cosas, en Tamaulipas también cuenta
la aritmética política: es algo que Egidio Torre Cantú, como líder real de su
partido, no puede olvidar.
Fue Acosta Naranjo el que dio la explicación de por qué
Ebrard no alcanza una diputación, o una candidatura plurinominal: primero,
sentencio, ahí está la equidad de género; luego entonces, para los hombres solo
hay la mitad; pero, además, hay que dar
una diputación a los jóvenes, y si es hombre, ya son menos para los adultos. Y,
en el caso del PRD, por otra parte, las candidaturas se repartieron según el
porcentaje de consejeros que tiene cada tribu… la de Ebrard, dijo, no tiene ni
el 3%. Así de fácil.
La aritmética de la política tiene sentido si recordamos
como, para unos, el ejercicio de la política se basa en la fuerza. Por ejemplo,
Enrique Peña Nieto esta, digamos, empeñado en que su partido tiene, o debe
tener, para la próxima legislatura el mayor número de diputados federales. Si
es mayoría, no basta con que sea simple, tiene que ser calificada, para poder
aprobar algunas leyes; si no es mayoría calificada entre más le falten para
completarla, le saldrá más cara la negociación, es decir, conseguir los votos
que le faltan.
Aquí en Tamaulipas son 8 los distritos electorales. De
esos distritos, actualmente, el PRI solo tiene dos: el de Mante y el de Victoria.
Así que, si el PRI tamaulipeco, dígase Rafael González Benavides, quiere
aportar a la mayoría que ambiciona EPN debe ganar –sueñan con el carro
completo-, cuando menos 4 o 5… porque hoy en día es amoral el carro completo,
no es creíble y es difícil que pueda suceder. A como están las cosas, si ganan
3, ya es un éxito.
El PRI puede tener seguros, desde ya, cuando menos otra
vez Mante con Alejandro Guevara Cobos; y Victoria, con Miguel González Salum.
¿Cuáles otros se pueden ganar? Paloma Guillen está convencida, convencidísima,
de que va a recuperar Tampico, ya cuenta con el apoyo de la maestra saltibanqui
Magdalena Pedraza Guerra; y se cree que Esther Camargo gana solo porque Oscar
Luebbert no puede permitir que fracase, es decir, hara todo lo que este a su
mano para obtener el triunfo.
Y el caso de Rio Bravo no es fácil. Sin embargo. Ahí el
candidato es Edgar Melhem Salinas, que es parte de un clan de comerciantes y
empresarios de la zona, que son prácticamente una especie de caciques, que bien
pueden echar toda la leña al asador. Y es que, en los mentideros políticos, se
piensa que Edgar puede ser uno de los potenciales precandidatos a la
gubernatura el próximo año. Así que la diputación bien puede ser la palanca que
lo catapulte a esa condición.
Lo cierto, sin embargo, es que buena parte de los
precandidatos ya se dieron cuenta: hay un olvido crónico de la estructura del
partido; quienes han sido líderes y operadores solo se acuerdan de ellos en
tiempos de elecciones. Por eso, por decir, en el caso de Victoria se está dando
un proceso de creación de nuevos liderazgos: los existentes están chamuscado,
prostituidos… hacen valer eso de: agarra la despensa y no vean a quien te la
da, al final, tu voto es libre.
La aritmética política no pueden olvidarla partidos
políticos, ni sus líderes ni sus candidatos. Sumar y restar es, quizá, lo más
fácil de hacer. Pero en política no es fácil: es fácil, quizá restar –por malas
decisiones y acciones-, y sumar se complica porque es una tarea que requiere
conjugar una serie de factores: buen candidato, estructura partidista funcional
y, obvio, disponer de recursos económicos suficientes, los necesarios pues,
para contrarrestar el empuje del adversario.
Bien dice Mario Benedetti en su poema: Hagamos un trato.
Si sabes contar, resume, cuenta conmigo. Y esto, en política, es complicado:
los múltiples intereses hacen que sea generalizado el que los amigos son de
mentiritas y los enemigos de verdad. Por eso, un político gringo, recomendaba:
perdona, perdona, pero nunca olvides que es tu enemigo.
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