Buena parte de los tamaulipecos, acostumbrados a vivir en
el presupuesto, ven a los procesos electorales como una oportunidad de mejora burocrática,
de subir de nivel en el escalafón. Y es que, cuando se trata de la elección de
un gobernador –o un alcalde mínimo-, siempre hay movimientos, enroques,
despedidos y nuevos servidores públicos. Es lo que significa Baltazar Hinojosa,
para muchos.
Roderic Ai Camp como Peter H. Smith, entre otros, han
sido los que han estudiado a las elites públicas; de como se forman, de como es
el reclutamiento. Y si hacemos caso a las conclusiones de sus estudios, resulta
que en México, se sigue actuando igual con todo y que ya vivimos mejores
niveles de democracia.
El principal procedimiento para reclutar a los
colaboradores es la familia. Recuerdo cuando a Oscar Flores Tapia, le hicieron
notar su nepotismo, advirtió: es que solo en ellos tengo confianza. Y no se
diga del Presidente mexicano que, hasta cínico, hacía notar que su hijo, con
alto puesto gubernamental, era el “orgullo de su nepotismo”.
Después de la familia, lo que sigue, es la camarilla, el
grupo de amigos con una extensión a los intereses que se han ido creando. Recuérdese,
por ejemplo, que Tomas Yarrington al llegar a la gubernatura se trajo a buena
parte de sus amigos, entre ellos a Miguel de la Rosa, a Jorge A. Pérez, unos
incluso, compañeros de la época de estudiante preparatoriano. Y es, sin duda,
la historia de más de un ciudadano que ha tenido la oportunidad de ser alcalde
capitalino.
Lo anterior viene a cuento por lo que está sucediendo en
Tamaulipas, ahora que Baltazar Hinojosa Ochoa esta convertido en precandidato
único del PRI a la gubernatura. Ya empezó la cascada de renuncias en el
gobierno estatal y federal. Por cierto, la primera fue la de José Manuel Assad
a la delegación del IMSS, y luego la de Antonio Martínez Torres a la SEDESOL
estatal y la de Felipe Garza Narváez a la PROFECO, entre las más importantes.
Ya se conoció, por ejemplo, que Antonio Martínez Torres
será el Coordinador General de campaña. Que Felipe Garza Narváez el vocero
oficial. No queda la menor duda de la capacidad de uno y de otro; tienen, como
vulgarmente se dice, un amplio curricular dentro del presupuesto público.
Ambos, por ejemplo, han sido diputado locales y lideres partidistas. Son, a
todas luces, decisiones acertadas.
La nota, digamos, curiosa es la que consigna que Felipe
Garza Narváez será el vocero oficial. No se trata de minimizar sus andanzas
políticas, que lo llevaron a ocupar en otro sexenio, la Coordinación de
Comunicación Social del Estado…pero él es, aparte de odontólogo, un político.
La costumbre, casi ley, es que el vocero siempre ha sido alguien ligado a medios
o a la talacha periodística.
Que los primeros nombres de colaboradores de Baltazar
sean Antonio Martínez Torres y Felipe Garza Narváez indica, de manera natural,
que no arriesga a la improvisación ni a la irresponsabilidad. Pero también
indica que el PRI no ha sido capaz de crear más cuadros políticos, al menos no
se ven y los que se ven, sin la menor duda, son los junior, los hijos de
políticos que, la mera verdad, no tienen las tablas, la madera, para ser como
los papas.
Decía el malogrado Enrique Blackmore, cuando lidereaba al
PRI municipal: que lo cuadros de su partido, en su gran mayoría, era de
generaciones pasadas y veía como en los de enfrente, en el PAN, en cada
elección aparecían nuevas caras: en el PRI, son las mismas… ya ven, aun edad Marco
Antonio Bernal Gutiérrez aun se animaba a ser el candidato de su partido. Los
dinosaurios tienen experiencia… y el partido, el PRI, necesita sangre joven.
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