Los partidos políticos, según la teoría, representan a una
parte de la sociedad; a aquella que comulga, vaya pues, con sus ideas y
principios; por eso, en otras épocas, se hablaba de partidos de derecha como de
izquierda. Para lograr tales propósitos, cada partido tiene que tener líderes
que sean capaces de motivar a las masas, de lograr empatía e identificación
muta. Así es como un partido puede ser poderoso.
El gran problema en los partidos políticos mexicanos es esa:
la carencia de líderes. En este momento, por ejemplo, Morena es el único
partido que tiene un líder nato, que mueve y motiva a las masas, que es Andrés
Manuel López Obrador. Los otros partidos, como el PAN con Ricardo Anaya y el
PRI con Enrique Ochoa Reza, son liderazgos que nacen de un poder burocrático
partidista.
LIDERES SIN SUSTENTO EN LA BASE.
Visto así las cosas, los hechos, es entendible lo que sucede
con el PRI en Tamaulipas: nunca ha tenido líderes, ha tenido –eso si-, gerentes
que han sido puestos, nombrados pues, por el gobernador en turno. Pero ahora,
después del descalabro del 5 de junio, el PRI Tamaulipeco tiene como líder a
Aida Zulema Flores Peña, está ahí por el poder de la burocracia política y,
como quien dice, están sin líder y no hay fecha, ni indicios, de que pronto lo
tengan.
El PRI ha sido víctima de sus propios errores: no vincularse
con la base militante, el principal. Por eso, ante el descalabro, ante la
derrota, aparecen una y mil voces de la necesidad de volver a la base. ¿Quién
va a nombrar al próximo gerente del PRI estatal? No hay primer priista; y si lo
hacen desde México, será producto de una serie de correlaciones de fuerza que
nada, pero nada, tendrá que ver con la base militante.
VOCES SIN PESO.
Ante la derrota primero se pensó que Baltazar Hinojosa
Ochoa, en plan de buscar una revancha y prepararse para la Senaduría del 2018,
buscaría tener mano para nombrar al próximo líder. Es decir, seguir con el
esquema de la burocracia política. Pero hoy, hoy por hoy, no tiene nada que
hacer en Tamaulipas con un PRI destruido y sin fuerza moral para levantarlo.
Y las voces que se han alzado, quiérase o no, muy legítimas,
no tienen el peso ni la fuerza suficiente para aglutinar a los priistas
dispersos y con ganas de seguir adelante. Heriberto Ruiz Tijerina, con todo y
que fue líder del Movimiento Territorial, su escasa fuerza o presencia está en
la capital; Gerardo Ramírez Alcalá tiene buen rato sin talacha partidista; en
tanto que Juan Alonso Camarillo y Roberto González Barba son, bien se dice,
cartuchos muy quemados… si un día fueron líderes, lo fueron por obra y arte de
quien mandaba en Tamaulipas.
GUEVARA Y MELHEM MÁS DE LO MISMO.
Las cartas fuertes, en todo caso para hacerse del timón
partidista, son Alejandro Guevara Cobos y Edgar Melhem, ambos diputados
federales. Son más de lo mismo, porque su fortaleza o capital político no nace
de la base militante y si de la cúpula política. El PRI, tanto a nivel
nacional, como estatal padece el mismo mal: su incapacidad para forjar, para
cooptar, a líderes naturales… El mejor caso lo tenemos con Enrique Ochoa Reza,
es un líder sin carisma, sin antecedentes partidistas, solo por la voluntad
presidencial de EPN.
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