Sexenio tras sexenio siempre
ha sido, en Tamaulipas, el mismo cuento o la misma historia. Las campañas
políticas eran la premisa, indispensable, para la pretensión de buscar obtener
una chamba o, simplemente, mejorar la que se tenía en ese momento. Había, como
quien dice, una especie de movilidad dentro de la misma estructura partidista
en el poder, que era la priista.
Había, como quien dice, una
especie de movilidad territorial. Por ejemplo, con Emilio Martínez Manautou,
muchos de los nuevos funcionarios públicos llegaron desde el Distrito Federal o
de otras entidades; con Tomas Yarringtón, como con Manuel Cavazos Lerma,
arribaron muchos de Matamoros; y, obvio, con Eugenio Hernández Flores y Egidio
Torres Cantú, buena parte de una elite victorense se adueño de los principales
cargos públicos estatales.
RENUNCIAS GUBERNAMENTALES.
Se parte, también, de una
premisa: en una renovación sexenal, los primeros en irse son quienes tienen
puestos de confianza. Por eso, desde que se supo que había perdido el PRI, de que
se aproximaba la fecha de la toma de posesión, se extiende la incertidumbre en
palacio de gobierno, en unas y otras dependencias… incertidumbre, que se
transforma en certidumbre cuando se filtra una orden gubernamental.
Todos los que tienen puestos
de confianza tienen que presentar su renuncia. Y la orden va para Secretarios,
Subsecretarios, Directores Generales, Directores, Coordinadores y titulares de
organismos descentralizados. No se incluía a los jefes de Departamento, porque
son en la práctica los que hacen la chamba. Así, más o menos, fue el contexto
de la entrega-recepción de Egidio a Francisco Javier.
SE VAN, PORQUE SE VAN.
Como reguero de pólvora se
filtraron informaciones. Una de ellas, la del DIF, dio una dimensión exacta de
lo que estaba sucediendo: en una grabación difundida en las redes sociales se
escucha la voz, esa de que se van, porque se van. Reunieron a todos en un salón
y, de manera autoritaria les dijeron, palabras más, palabras menos: están
despedidos, no hagan escándalos, por favor, al salir dejen llaves de sus
escritorios de sus vehículos, todo, todo, todo.
Con ese antecedente, en los
círculos sindicales de Blanca Valles, se fueron conociendo casos de despido:
Que les llamaban y les pedían que firmaran la renuncia, personas que tenían
hasta 20 años de antigüedad, solo les dieron 20 mil pesos, mil pesos por año
trabajado y los despidieron. De ser cierto, solo hay una explicación y el
peligro es latente para todos aquellos empleados que, sin ser sindicalizados,
sin ser jefes de departamento, tienen la condición de “confianza”, paso previo
a recibir la base, que nunca recibieron.
TRIPLE AVIADURIAS.
Solo Jesús Nader
(Administración) y Lidia Madero (Salud) han negado el despido masivo. Sin
embargo, casi todos los nuevos funcionarios, hace hincapié en que van a correr
a los aviadores; el más insistente es Héctor Escobar Salazar (Educación). Y la
verdad, si, a esos tienen que correrlos, pero siguiendo el protocolo… en la
UAT, corrieron a uno que tenía 20 años cobrando y, ¡oh, sorpresa, gano la
demanda!
Hay un caso que pinta el grado
de corrupción e impunidad: el caso más sonado de los aviadores, es uno que,
pretendiendo asegurar una chamba, entrego su currículum y al revisar el sistema
apareció con nombramiento en ¡tres secretarias!, es decir, el ingrato cobraba
tres sueldos y, la pregunta, sin la menor duda es: ¿cumplía con alguna de sus
tareas administrativas! Eso, los aviadores, se deben terminar… se ve difícil,
pero en fin… se vale soñar.
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