Difícil no enterarse en estos
días de cómo el ámbito nacional se ha cimbrado con dos hechos que parecen
extraordinarios: las órdenes de aprehensión en contra de Guillermo Padrés
(PAN), exgobernador de Sonora y la de Javier Duarte (PRI), gobernador de
Veracruz con licencia. Da la impresión que, por fin, el gobierno federal pone
cartas en el asunto… la verdad, era increíble, que no se actuara. Ya son
prófugos ambos.
¿Cómo es posible que,
enterados de uno y otro caso, se haya dado tanta corrupción? Y la única
explicación es que la corrupción de unos, con la de otros, configura el
escenario para hechos de impunidad, para desgaste y destrucción del estado de
derecho que se pregona aquí y por allá. Para unos fue, en ambos casos, una
“fuga pactada”. No hubo chivo expiatorio, como en el caso de Humberto Moreira,
que solo su tesorero fue “culpable”.
OBRAS FANTASMAS.
El regidor Javier Mota Vázquez,
regidor del PAN, afirma que en un recorrido ya constato la existencia de cuando
menos 8 obras fantasmas, es decir, que no se hicieron, se pagaron y se
reportaron como concluidas. Para tal efecto, señala que es en las colonias México,
La Chapultepec, La Vista Hermosa y en los Fraccionamientos Naciones Unidas y
Lomas de Guadalupe.
Al respecto, dice Oscar
Almaraz: “La gente quiere gobiernos transparentes, la gente quiere apertura,
que se les dé a conocer como están las cosas. En caso de que existieran esas
obras fantasmas por supuesto que procederemos contra quien sea responsable”. Más
de uno, en todo caso, dirigirá su vista hacia el exalcalde y ahora diputado
Alejandro Etienne o de Fernando Méndez Cantú. Para el caso, es lo mismo.
LAS DEUDAS EN TULA.
En tanto que en Tula, el pueblo
mágico que está de fiesta, el actual Presidente Municipal Antonio Leija, no se
mide para decir que Juan Andrés Díaz Cruz, es un corrupto: le endilga que dejo
deudas con proveedores por más de 9 millones de pesos; y que, como botón de
muestra, también tiene obras fantasmas: reporto el pago de 700 mil pesos de pavimento que no se
hicieron.
¿Huira también Juan Andrés,
como Padres y Duarte, o el si tiene valor para mirar a los ojos a sus vecinos
de Tula? SE pueden guardar proporciones, pero es indudable que más de un
Presidente Municipal actual, si le busca, si le escarba, va a encontrar una y
mil formas de hacerle la vida de cuadritos a su antecesor y, recuérdese, más de
una ocasión un expresidente ha pisado la cárcel por corrupto.
COLABORADORES Y COMPLICES.
El sistema político mexicano,
la estructura gubernamental, está configurado para que todo gobernante tenga,
no solo colaboradores en el quehacer público, también para que tengan cómplices.
Los contralores, como los auditores superiores, no son colaboradores, son cómplices
del gobernante en turno; son incapaces de ver corruptelas, de ver
enriquecimiento inexplicable. ¿Qué dirá Gilda Cavazos y Víctor Salman si el
equipo del nuevo gobernante encuentra elementos para consignar a uno que otro
colaborador de Egidio Torre Cantú?
Vean el siguiente caso: Aida
Acuña fue la titular de la Contraloría en el gobierno de Tomas Yarringtón y no
encontró daño alguno al patrimonio estatal, al menos no lo consigno; y luego,
en el otro sexenio, la hicieron diputada local y, sin el mayor rubor, la
nombraron Presidenta de la Comisión de la Auditoria Superior. Para que cuidara,
se decía, las espaldas a su jefe. Y ese, y otros casos más, explican que no son
colaboradores, son cómplices.
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