El PRI acaba de festejar un aniversario más de vida y
ante las crónicas viene a mi mente el spot de Ricardo Anaya, el líder nacional
del PAN: donde hace notar que regreso el PRI y que todo va mal y que la opción
no es AMLO, porque sigue insistiendo, es un peligro para México. Lo cierto,
innegable, es que, a como están las cosas, el PRI no tiene nada que hacer en el
2018.
El regreso del PRI a Los Pinos con Enrique Peña Nieto
creo, desde un principio, buenas expectativas; y es que, buena parte de la
población –la que voto por e PRI-, creo que pensó que ya había aprendido la
lección. Y los hechos, la realidad presente, nos dice que no: el PRI no entendió
la lección… porque sigue secuestrado en la voluntad presidencial.
PENSARON QUE SIEMPRE GANARIAN.
Vicente Fox y luego Felipe Calderón fueron, a decir verdad,
dos golpes duros que la ciudadanía le dio al PRI; 12 años de castigo y le dio
una nueva oportunidad que, hasta donde se ve, no aprovecho y ya no hay tiempo
para que la aproveche: el desprestigio de EPN es el desprestigio del PRI... y
todo hace indicar, la derrota está claramente anunciada.
El PRI vivió, antes del 2000, de la cultura del fraude
político-electoral. La ciudadanía no salía a votar, pero en el proceso, se hacía
una que otra marrullería, al grado que en algunos procesos electorales hasta
los muertos votaron. Hoy, con la credencial electoral, padrón electoral con
fotografía, tinta indeleble y la ciudadanización de los órganos electorales, ya
no puede hacer carrusel ni la urna embarazada… ya no gana el PRI.
NO QUIERE CAMBIAR.
El PRI sigue siendo el viejo PRI. Las prácticas políticas
de la vieja usanza las siguen practicando. El mejor ejemplo es lo que se vive
en el priismo tamaulipeco: maniatado, secuestrado, desde el centro, no puede ni
siquiera darse un liderazgo… hasta que les den permiso desde México y, allá, da
la impresión de que no tienen el menor interés en reavivar y fortalecer el
partido… ya está entregada la plaza de antemano para el 2018.
Ya no hay tapado, pero sigue habiendo un fiel de la
balanza: permanece la dedocracia, producto de un centralismo político, que no
entiende de ciudadanos ni de intereses de la población. Solo, si, los intereses
del grupo en el poder: saben que no pueden ganar y se aferran a no cambiar. No
les interesa el partido… por eso no cambian, ni de discurso ni de praxis
política.
MOTOR DE CAMBIO: LOS CIUDADANOS.
Una descripción de los ciudadanos mexicanos no es
complicada: no hay una politización generalizada, no socializan información
político, pero sobre todo, no hay interés generalizado en los problemas de la
comunidad. ¿Cuántos votan? ¿Cuántos se interesan por los problemas de la
comunidad? Vota en promedio el 50% o menos y en muy raras veces se rebasa la
media.
No se puede descartar, sin embargo, que hay un fastidio
de la población y en cierta medida hasta entre la clase política. Por eso, en
unos y otros lugares, las candidaturas independientes que han triunfado son
como un indicio, leve, muy débil aun, de que la ciudadanía puede despertar: lo
que necesita es que haya verdaderos, auténticos candidatos independientes, no
como los que hubo en Tamaulipas: que a las primeras de cambio hasta se
alinearon con los vientos de cambio.
CIUDADANIA LASTIMADA.
La ciudadanía esta lastimada en lo general. Basta ver el
nivel de aprobación o de repudio a las políticas de EPN. Y los ciudadanos,
desde el 2000, ya saben que su voto cuenta, y cuenta bien, para decidir un
triunfo o una derrota política. Y en el caso específico del PRI se está
cantando una derrota; y se percibe puede haber un triunfo de Morena con AMLO.
Todo va a depender de una circunstancia: como lleguen los panistas a la
elección del 2018: unidos o divididos… y todo hace indicar que será lo último.
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