El ser humano como tal es distinto –así lo hemos creído-,
de los animales. El ser humano es pensante, tiene una condición racional, en
tanto que los animales –con el perdón debido-, solo el instinto. Ello nos lleva
a una situación específica: el hombre, o mujer, sabe perfectamente distinguir
entre el bien y el mal. Así, el comportamiento, del ser humano tiene un soporte
en los valores que ha asimilado y practica.
México y Tamaulipas en especial está viviendo momentos
excepcionales, inéditos, que tienen que ver con el bien y el mal: la violencia
está en muchos lugares, los actos u hechos que no van acordes con las normas de
convivencia social cada vez son más intensos. Y en este contexto, es como
recibimos las palabras, la expresión, del Papa Francisco de que lo que sucede
en México es un castigo del diablo, por la devoción católica del pueblo.
Efectivamente, puede ser un castigo del diablo. Pero hay,
sin embargo, una explicación innegable: el estado de cosas es consecuencia inevitable
de un mundo de corrupción, de impunidad, de complicidad; la corrupción que
impera en México es tan difícil de soslayar que, cada día, hay más elementos
para consolidarla: ahí tienen, por ejemplo, lo que acaba de suceder en
Matamoros: policías federan detenidos por acciones de extorsión y de
secuestros. ¿En quién, pues, se debe confiar?
Yo más bien creo que, lo que sucede, es consecuencia de
la propia acción o inacción de quienes nos gobiernan. El problema tiene que ser
visto de manera estructural y entender, por ejemplo, que no tiene solución a
corto plazo: está muy documentado que la falta de oportunidades educativas, las
pocas oportunidades de empleo, entre otras cosas, orillan a que los jóvenes se
enrolen en las filas de la delincuencia.
¿Cómo puede vivir una familia que no tiene ingresos o que
tiene pero que no son fijos? Debería espantarnos que el salario mínimo muy
apenas rebasa los 70 pesos en el 2015. Y, aunque no se crea, hay quienes ganan
solo un salario mínimo. Y el costo de la vida no es fácil: basta ir al mercado
o a la tienda de autoservicio para darse cuenta que esos 70 no sirven para
nada… un kilo de tortillas 15 pesos y uno de huevo 50… ¿Qué más se puede
comprar?
Y es que los actuales servidores públicos no tienen la
menor idea del costo de la vida. Todavía recuerdo cuando Ernesto Cordero, como
Secretario de Hacienda (ahora es senador) se atrevió a señalar que con 6 mil
pesos mensuales un mexicano tenía para vivir, pagar la escuela de sus hijos,
comprar un carro. No tenia, o tiene, la menor noción del costo de la vida. Así,
con ese desconocimiento, como pueden gobernar.
Hace poco Alejandro González Iñarritu, el cineasta
galardonado con el Oscar, dejo ver su sentir sobre el tipo de gobierno que
tenemos. Se lamento que no tengamos un buen gobierno; dijo, que tengamos el que
merecemos. La verdad, muchos queremos, deseamos, al estilo de Platón, tener los
mejores gobernantes. No los tenemos porque como ciudadanos no asumimos, obvio,
la responsabilidad de ejercer y hacer valer nuestros derechos: el voto que
emitimos, en lo general, no es producto ni consecuencia de un acto
racional…entre los criterios, dicen los expertos, cuentan las despensas y los
apoyos gubernamentales.
Tener uno que otro gobernante malo, mal administrador,
también ¿será culpa del diablo? Porque un gobernante que solo piensa en el, que
se olvida del pueblo, es individualista; si solo piensa en sus amigos, para
compartir un repartir un botín político, abandona el principio de hacer bien
las cosas. ¿Por qué, entonces, el pueblo voto por quienes nos gobiernan? Ya
ven, a Hilario Ramírez Villanueva robo “poquito” en San Blas, Nayarit y
volvieron a elegirlo como alcalde, siendo candidato independiente: ¿se
tropezaron con la misma piedra los habitantes de San Blas?
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