Lupita Domínguez, una reportera local, me recordó una
realidad que va con nuestra edad: el tiempo o contexto para obtener un empleo.
Hace tiempo lo supe, con una sobrina en Reynosa: fue a pedir empleo en una
tienda de autoservicio y de inmediato la rechazaron… no cumplía el requisito de
la edad, tenía 31 años.
Año con año, la Secretaria de Desarrollo Económico y
Turismo, ahí donde cobra como Secretaria Mónica González García, promueve el
empleo con su famosa Feria del Empleo. Organizan un evento donde las empresas,
los negocios, dependencias e industrias ofertan empleos. Que son 600, 800 o
hasta más de mil. Claro, con eso emocionan a más de alguien que carece del
mismo.
Y ahí fue donde la reportera encontró un par de historias
que, la verdad, son de muchos: hay una edad laboral, que marca la ley para ser
productivo; sin embargo, para que termine en términos laborales, la jubilación
o la pensión son los instrumentos. Sin embargo, aquellos que no tuvieron
oportunidad de ingresar a un empleo formal, sea en gobierno o en el sector
privado, la cuestión es otra: quien oferta el empleo consigna una edad máxima
para estar en condiciones de ser contratado.
Cuantas personas viven la realidad de Gaby como de María
Rosario: de no ser aceptadas en n trabajo por la edad que tienen. Esta realidad
tiene un fuerte impacto en lo que se conoce como ejercito industrial de reserva
(desempleados), porque a su vez, ellos tienen un impacto mayor sobre los que
están empleados y tienen, vaya pues, un salario muy bajo. Al ser cuestionado,
un líder obrero, sobre los bajos sueldos dijo: si no están de acuerdo, pues que
se vayan, hay miles que por eso están dispuestos a trabajar.
Somos testigos, de forma cotidiana, como hay explotación
de niños: unos están como cerillos en
tiendas de autoservicio (en otras personas adulto mayor), otros andan en los
cruceros y otros más los mismos padres los traen vendiendo dulces, chicles y
chocolates. Trabajan antes de tener la edad apropiada de ser productivos. Es
una vil explotación que nace de una necesidad: ayudar a la familia para el
sostenimiento o para ayudarse en sus estudios.
El extremo, de los niños, lo vemos con los adultos
mayores: están en tiendas de autoservicio. Los vemos, incluso, hasta
organizados; como son muchos, se turnan para estar en una caja y si son dos al
mismo tiempo, se reparten las propinas. Hay quienes, incluso, hasta hacen notar
que obtienen buenas propinas, que llegan en algunos casos hasta los 200 pesos.
Pero eso no quita la realidad, de que son un ejemplo de cómo el sistema
económico no redistribuye la riqueza, crea pobreza y desempleo.
A los niños y adultos mayores que observamos como
cerillos en las tiendas de autoservicio, tenemos que considerar a quienes, en
plena edad productiva, no pueden conseguir empleo porque el empuje de las nuevas
generaciones que van relevando en las oportunidades de empleo. Estas realidades
me llevan a pensar, por ejemplo, en quienes no teniendo un empleo formal, que
se auto emplean, que son subempleados y que viven al día, que no cuentan con un
medio de seguridad social, ¿Qué harán en su vejez?
Un día le pregunte a Don Rubén, un vecino de la Col.
Vicente Guerrero, que tiene como 40 años vendiendo tacos: ¿usted cuando se va a
jubilar? Y su respuesta fue cruel: ¡cuando me entierren! Cuantos como él, no
pueden pensar en una jubilación, en una pensión, en una oportunidad para el
descanso laboral… son, a todas luces, una muestra de cómo el gobierno, el
sistema político, ha sido incapaz de redistribuir la riqueza y de mejorar las
condiciones de vida. ¡Cada día hay más pobreza!
Contacto:
Correo: meliton@prodigy.net.mx
Web: http://meligue.blogspot.mx/
Twitter: @melitonguevara
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