martes, 10 de marzo de 2015

GUERRA SUCIA.

Cuando Héctor Villegas Gamundi informa que el PRI se arma contra la guerra sucia, enfatizando en confían en 8 equipos de abogados, para defender al tricolor, lo primero que a uno se le ocurre pensar es que se está vacunando. Lo cierto, lo real, es que la guerra sucia es parte, digamos normal, en una campaña político-electoral. Y no es de ayer ni de antier.


La guerra sucia tiene sus orígenes, o algunos de sus fundamentos, en la propaganda nazi. Que magnifican cuando menos dos acciones propagandistas: una mentira repetida varias veces se convierte en verdad, hasta el mentiroso se la cree; y, por otra parte, se recomienda: calumnia, calumnia, calumnia, que al final algo queda.


En este sentido vale anotar que lo más común es la descalificación: no se trata de demostrar que se es mejor candidato, sino que el contrario es peor. Es la línea que se ha manejado en México: por eso, en su momento, se dijo a la población mexicana que Andrés Manuel López Obrador era una amenaza para México y hasta lo compararon con Hugo Chavez, quien fuera presidente de Venezuela.


La guerra sucia adquiere múltiples caras. A Eric Silva como a Homero de la Garza fue por la vía del periodicazo, acusándolos de que se aprovecharon de sus cargos públicos para disponer de cuentas bancarias en los Estados Unidos. Es en tiempos electorales cuando los políticos se dan cuenta de un hecho innegable: tienen amigos de mentiritas y enemigos de verdad.


Las campañas electorales ya cuentan con un cuarto de guerra. El candidato que quiere triunfar, tiene que utilizarlo. Cumple dos tareas básicas: controlar el mensaje mediatico del candidato y, al mismo tiempo, buscar que el adversario cometa errores, para que se distraiga y baje la guardia. Pero también, tiene que monitorear la efectividad del mensaje: la audiencia es selectiva, así que el mensaje tiene que ser atractivo, lleno de persuasión para los electores.


La guerra sucia la hemos visto en las últimas campañas electorales, principalmente enarboladas por candidatos panistas. Álvaro Delgado en su libro “El engaño. Predica y practica del PAN”, el autor describe como consultores extranjeros como Pedro Silva, son expertos en el rumor. Se incluye también el nombre de Antonio Sola como de Dick Morris, que tienen como guía, norma pues, inocular en la sociedad el miedo y el odio.


Uno piensa que en política las cosas tienen que ser normales, cuidadosas. Sin embargo, ya en la década de los setenta en “La costumbre del poder” Luis Spota describe una y otra acción que fácilmente pueden colocarse como elementos de una guerra sucia. Hoy en día, esa guerra, se hace más intensa, porque hay otros elementos técnicos que permiten, si no impedirla, si ponerla en acción con daños políticos irreversibles.


La guerra sucia conlleva, dicen los expertos, en vacunar su acción con un candidato de imagen y conducta impecable. Sin embargo, a como están las cosas, resulta que no es tan fácil lograr ese propósito: la imagen negativa, de unos y otros, abona a que la guerra sucia, los golpes bajos, estén a la orden del día y, además, sean muy, muy efectivos.


La guerra sucia es mas proclive a realizarse en las redes sociales. Tanto en el Facebook, el Twitter y You Tube, son los más utilizados. Y todo, además, porque son un medio de comunicación que no están regulados por la ley. Siguen el principio de: calumnia, calumnia, calumnia, que al final algo queda. El daño es irreversible y es difícil contrarrestarlo. Por eso, las elecciones actuales, se judicializan: porque no se siguen las reglas del juego, no hay juego limpio.


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