A raíz del triunfo de Enrique Peña Nieto a la presidencia
de la Republica, al regreso del PRI a Los Pinos, vuelve a entrar en la polémica
política el tema del presidencialismo. Ese que Daniel Cossio Villegas describió
en sus libros en la década de los setenta. Presidencialismo que se retomo con las
reformas constitucionales y, obvias, con el nombramiento de Eduardo Medina Mora
como nuevo Ministro de la Suprema Corte…durara 15 años en el cargo.
Quienes saben de teoría de la ciencia política afirman
que la democracia es la vía menos mala para gobernar. Y creo que lo
enfatizarían si conocieron lo que sucede en un sistema democrático pero con
énfasis en el presidencialismo, tal y como sucede en México: al grado que se
atribuye a Mario Vargas Llosa etiquetarle la expresión de ser una “dictadura
perfecta”, claro, refiriéndose a la época anterior a Peña Nieto.
La historia política explica que fue Lázaro Cárdenas el
crear del presidencialismo mexicano. El momento clave fue cuando desterró a
Plutarco Elías Calles para demostrarle que él, solamente él, era el Presidente
de México. Y a partir de ahí, hasta el 2000, los presidentes emanados del PRI
lo hicieron patente, demostraron que eran omnipresentes, poderosos, casi unos
reyes o monarcas.
Quizá EPN no pueda decir, como Daniel Cossio Villegas, de
que es un monarca sexenal. Lo cierto es que, en cada uno de sus actos
–incluidas las reformas constitucionales-, da evidencias de que quiere ser
igual: imponer su voluntad. El PRI le sirve de instrumento, no tanto como antes,
pues no tienen mayoría. Sin embargo el nombramiento de Eduardo Medina Mora, es
el mejor indicio: sin experiencia en el poder judicial, ya es Ministro y por 15
años.
Lo malo, muy malo, del presidencialismo es que quienes
tienen el poder ejecutivo en sus manos crean que solo ellos tienen la verdad.
Es una actitud que comparten, por ejemplo, gobernadores y alcaldes: tomas
decisiones con su visión, no escuchan a los que saben, que tienen experiencia y
conocimientos. Por eso, en muchos casos, sus colaboradores –para no hacerlo
enojar-, prefieren callar, dejar que las cosas sigan. Y los que pagan, esos
errores, es el pueblo.
Daniel Cossio Villegas describió el sistema político
mexicano con un presidencialismo recalcitrante. Sustentado en el PRI, en sus
sectores y en que no había una oposición fuerte. Hoy es distinto, sin embargo,
somos testigos de cómo los intereses partidistas hacen posible imposiciones que
evidencian rasgos de un subdesarrollo político, de cómo los puestos siguen
siendo un botín político: a Eduardo Medina ni quienes hoy son sus compañeros lo
querían, por eso, ya la oposición busca reformular el proceso para la
designación de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia.
La única manera de evitar un presidencialismo, como el de
antes, es con una oposición política fuerte; y esta, en la práctica, solo puede
manifestarse en la composición de las cámaras legislativas. De ahí, por eso,
que EPN y el PRI busquen a como dé lugar ganar más y mas diputados federales en
la próxima elección: Tamaulipas en las últimas elecciones solo ha aportado dos,
de ocho; ahora, los optimistas, creen que pueden revertir y que sean 6 de 8.
Alejandro González Iñarritu, al ganar el premio del
Oscar, advirtió: “ruego porque podamos encontrar y construir el gobierno que merecemos”.
La cuestión es simple: hoy tenemos los que merecemos, porque se voto por ellos.
Hay que cambiar, entonces, nosotros para que cambie el país, hacer conciencia
de participación y de valorar el voto, como medio de tomar la decisión sobre
quién debe gobernarnos: ¿tienen que ser los mejores?
Contacto:
Correo: meliton@prodigy.net.mx
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Twitter: @melitonguevara
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