Quienes escribimos o difundimos nuestras ideas en los
medios impresos somos proclives a tocar exclusivamente el tema político; a
comentar y reflexionar sobre los partidos políticos, los lideres político, los
servidores públicos, y nos olvidamos de aquello que está a nuestro alrededor y
que, de una u otra manera, es consecuencia de las acciones y las decisiones de
los políticos. Y un tema que esta, digamos presente en el contexto, es el de
las mujeres adolescentes embarazadas.
Recuerdo en tiempos de Luis Echeverría como se
instrumento, gradualmente, lo que se conoció como la planificación familiar;
recuerdo que hubo voces discordantes, que acusaron al gobierno casi de asesino,
por buscar reducir el ritmo de la natalidad en el país. Se puede decir que
funciono: en la época de nuestros padres, las familias eran numerosas; en
promedio 7 o hasta 10, aunque otras rebasaban fácilmente el promedio. Hoy,
funciono eso de que una familia pequeña vive mejor: el promedio es que sean dos
hijos y tres ya son muchos.
Sergia Juárez Delgado, como directora de Salud
Reproductiva, confiesa dos hechos: uno, que ha crecido exponencialmente el número
de adolescentes embarazadas, es decir, que a muy temprana edad tienen
relaciones sexuales; y, dos, que la planificación familiar se sigue impulsando,
promoviendo (dice convenciendo) el uso del dispositivo intrauterino… para que,
si así lo decidan, se vuelvan a embarazar hasta después de los 23 años.
El fenómeno es preocupante. Recuerdo que hace varios años
un experto en un programa radiofónico sentencio: los embarazos de jóvenes, de
adolescentes, era producto de la falta de información. Y de eso, hoy en día,
hay mucha y además está prácticamente disponible en la red, amén de que ya en
la educación básica el tema de la reproducción no es un tema tabú.
Como docente universitario observo cómo hay un creciente
número de jóvenes que ya son madres. Al respecto, algunas han señalado los
motivos y las razones, y es cuando uno se sorprende. Por ejemplo, una joven un
día me comento: me case joven, a los 17 años, y todo por culpa de mi novio, me
dijo: no pasa nada. Le creyó y quedo embarazada; otra, dijo; por tonta, quería
ir a los bailes, mis papas no me dejaban, así que me fui con mi novio…ahora,
sentencio, por cuidar al bebe no puedo ir a los bailes.
El problema es de cultura, admite la funcionaria y es
cierto. En España, en las residencias universitarias, en la máquina expendedora
de refrescos y golosinas, también están los condones o preservativos. En México
su uso, si bien es cierto que ya es normal, da la impresión que no se utilizan:
por eso, en aras de evitar embarazos, el gobierno –dígase Norberto Treviño-
presume en el playazo que reparte miles y miles de condones…ya los tiene listo
para las vacaciones de Semana Santa.
Al decir que es un problema de cultura, volvemos al tema
de los valores que, se entiende, se inculcan en la familia y se refuerzan con
la educación de las escuelas. El DIF mismo, recuérdese, una y otra vez admite
que hay un quiebre de valores en la familia, que por eso hay desintegración
familiar. De ahí, obvio, la necesidad de reforzar programas educativos con esa
finalidad.
La realidad, sin embargo, nos rebasa; es tanta la
contundencia de los números, las estadísticas pues, de adolescentes que ya son
madres, que muestran claramente que falla la familia, fallan los valores y,
obvio, están fallando los programas tanto educativos como de salud encaminados
a disminuir el problema. Embarazos, más niños o niñas, traen como consecuencia
un incremento en problemas sociales: salud, educación, empleo, por decir unos
cuantos.
El embarazo de adolescentes, que se estrenan como nuevas
mamas, es una realidad: basta salir a la calle, caminar y observar, nos topamos
con más de una casi niña que carga a su bebe o empuja la carriola. Repartir más
y más condones, por lo visto, no es la solución: es educativo, de cultura, y no
se soluciona de la noche a la mañana… Tienen que empezar ya, la tarea no se
puede postergar.
Contacto:
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