COTIDIANA/04.01.2016
REGALO DE DIOS.
Imagino la escena. Un carro se estaciona en Gran D
Campestre; pueden ser dos personas, van a comer y de pronto, una de ellas,
exclama: ¡una tarjeta! Y la recoge, quizá pensando: es un regalo de Dios… si,
porque con ella pagaron la cuenta en el restaurante.
A mi hija le sucedió en Monterrey. Fue a una tienda de
autoservicio, hizo sus compras y regreso a casa. No se percato de que dejo, en
el carrito su cartera: con identificaciones y, obvio, tarjeta de crédito. Nos
llamaron de la UDEM. Quien recogió la cartera, la entrego en Informes. Había
que ir a recogerla.
Casos distintos. Es más frecuente el primero que el segundo.
Uno quisiera que fuera al revés. Y la pregunta, es: ¿Por qué sucede así? Y la
respuesta, la única respuesta, está en la cultura; que ha permeado a la familia
y al individuo, con los antivalores.
Cultura que, a su vez, por tener fe en Dios, nos hace creer
que, tarde o temprano, quien lo hizo, recibirá un castigo; y, quien fue,
digamos, la víctima, recibirá un premio mayor.
En problemas de salud, me dijo un día Jesús Eduardo Briones Juárez,
es cuestión de CONCIENCIA. Creo que en temas morales, de principios y valores, también
es cuestión de CONCIENCIA:
Plena conciencia de que se daña, se afecta, a alguien, con
todo y que sea un regalo de Dios.
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