Tamaulipas ya tiene gobernador elector: Francisco Javier García
Cabeza de Vaca. Pertenece al PAN y al momento de recibir su constancia como
tal, sentencio o puntualizo dos situaciones: que no habrá una cacería, pero que
no está dispuesto a tolerar la impunidad, es decir, la corrupción. La primera
da que pensar; la segunda, recibe aplausos.
Al detalle, cada sexenio, cada cambio de gobierno, se
daba un cambio –o enroques en su caso-, según quien fuera el gobernador
entrante. Por ejemplo, Tomas Yarrington Ruvalcaba trajo a muchos de sus
compañeros de Matamoros, entre ellos, por ejemplo a Miguel de la Rosa, a Jorge
A. Pérez, Simón del Villar; con Eugenio Hernández Flores y con Egidio no hubo
tanta movilidad, al ser parte del grupo de Victoria.
Cada sexenio había una renovación, o semirenovación, del
grupo en el poder en tanto que se cambiaba a Secretarios, Subsecretarios,
Directores Generales, Directores, Subdirectores y hasta jefes de departamento.
El resto no tienen por qué preocuparse. Sin embargo, en esta ocasión, cuando
hay un nuevo gobierno, el de la alternancia, ya no habrá enroque en los mandos
superiores…de que se van, se van, decían en campaña los panistas.
No habrá cacería de brujas, se dice, cuando en la práctica
sería una cacería de malos servidores públicos. Ya Armando Charles, líder de la
sociedad civil y experto en derecho, hizo notar que el nuevo gobierno tendrá
hasta un año para fincar responsabilidades a quien, o quienes, hayan realizado
un ejercicio del presupuesto público. Recordemos: tanto Tomas, como Eugenio y
Egidio pusieron a alguien tras prisión, para dar ejemplo de combatir la
corrupción.
El gobernador electo ofrece no hacer una cacería de
brujas. Sin embargo, es imposible que no vulnere, que no enfrente con la
justicia, a quienes se han enriquecido con sus responsabilidades públicas. Ya,
por ejemplo, circulan en las redes sociales descripciones y explicaciones de
irregularidades en el sindicato burócrata. ¿Estaremos ante el fin del cacicazgo
de Blanca Valles? Incluso, ya hasta se menciona a su potencial sucesor.
Las promesas de campaña generaron expectativas y movieron
a los ciudadanos a emitir un voto por la alternancia, por el hartazgo de
corrupción e impunidad. De ese tamaño es el reto, el compromiso, del gobernador
electo Francisco J. García: no puede decir, en los hechos, borrón y cuenta nueva,
tal y como lo advierte en su mensaje en el IETAM. No es que el pueblo quiera
sangre ni que quiera ver guillotinados a quienes se sirvieron en lugar de
servir.
Y es que, a veces, no hay que buscarle tres pies al gato
para encontrar un punto de arranque, para jalar a la madeja. Hace días, por
ejemplo, se publicó que en 2015 solo se ejerció el 52% del presupuesto en
seguridad pública, que no hubo capacitación, que significó regresar a la
federación 168 millones de pesos. Como bien dice la ley de responsabilidades de
los servidores públicos, la omisión es un delito. ¿Sucedería igual en otras
secretarias o programas federales de incidencia estatal?
La elección del 5 de junio ya tiene una repercusión en la
esfera pública. Cuentan que ya Gilda Cavazos está presionando a las distintas
dependencias del ejecutivo y organismos públicos descentralizados que apuren la
entrega-recepción. Como pensaban que ganaría el PRI, ahí la llevaban despacio.
Ahora, se apuran y, obvio, buscan hacerlo de la mejor manera, para que no haya
suspicacias. Ya no habrá quien cuide las espaldas a los que se van.
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