jueves, 9 de junio de 2016

CONFIANZA Y SIMULACION.

En una democracia, se asume, el poder lo tiene el ciudadano: con su voto, indiscutible, puede decidir quién gobierna. Por eso, el gobernador Egidio Torre Cantú, no tiene empacho en advertir que se tiene que respetar la voluntad ciudadana. Así es, el nuevo gobernador electo es Francisco Javier García, del PAN. Para quien, la tarea de gobernar y de cumplir las promesas de campaña no es nada fácil.


A estas alturas, de que apenas los priistas van asimilando la derrota, se han dicho y escrito múltiples explicaciones sobre la derrota priista: unas explicaciones apuntan a traiciones, cuando menos externamente, a Miguel Ángel Osorio Chong como a Manlio Fabio Beltrones: de ser cierto, solo evidencian que no les interesa la cuestión partidista, pero si, y mucho, llevar agua a su molino: uno, para impedir fortalecimiento de su adversario rumbo al 2018; y el otro, por venganza, porque repudiaron a su alfil político.


Internamente, también, una explicación va por ese rumbo: las traiciones o la falta de apoyo y colaboración de quienes fueron adversarios de Baltazar en la puja por la candidatura: lo dejaron solo y, en lo que pudieron, le pusieron piedritas o de plano enviaron a su gente a participar y coadyuvar en la derrota de su partido. Las otras explicaciones, nacen de la operación política, de una actitud de confianza y quizá, hasta de pronto, en una mediocridad.


En la primer elección que Egidio Torre Cantú tuvo un medio revés como líder real del PRI, sentencio en el Consejo Político Estatal: se va a cambiar, o modificar, lo que sea necesario para enderezar el rumbo; y recuerdo, por ejemplo, que se cambiaron personajes y se crearon áreas regionales, dependiendo de la Secretaria General, para que monitorearan el quehacer gubernamental y revisar donde había fallas. Para que la función pública actuara como imán para el trabajo político.


A los priistas los perdió la confianza. Creyeron que el pueblo, los votantes, seguirían aguantando la corrupción, la impunidad  y la falta de sensibilidad, de vocación de servicio, de los servidores público. Siempre fueron, o han sido, los mismos; en el cambio generacional, heredaban los puestos a sus hijos. Basta ver una que otra planilla para las alcaldías; incluyendo a personas, hombres o mujeres, sin ninguna liga con el partido, el trabajo y militancia partidista, sin baños de pueblo.


Y otro factor que, de plano, procreo la derrota priista está en la simulación: un comité de campaña donde había muchos generales, que daban órdenes, y poco que hacían un trabajo efectivo. Quienes estuvieron en la campaña son testigos, por ejemplo, del trabajo para hacer concentraciones: el acarreo, el forzar a una estructura gubernamental, a estar presentes… sin preguntarles, por ejemplo, si comulgan o no con el partido. No faltaban, simplemente, porque les pasaban lista: fueron y al votar se acordaron que es libre y secreto. Castigaron al partido que los ha usado y ninguneado.


El PRI, tanto nacional como local, no ha sido capaz de aprender de sus propias experiencias. Ya había indicios: derrotas en elecciones federales. EPN, por ejemplo, perdió en Tamaulipas; candidatos a senadores en dos elecciones consecutivas perdieron la elección, y en la mayoría de los diputados federales. La baja en votos, no lo vieron como una señal, se engañaron con la última elección federal: y resulto que ahora no tuvieron “enemigos” a modo.


Dicen los priistas: vamos a volver dentro de seis años. La cuestión que, volver, demanda corregir un rumbo; aprender a vivir en la oposición, buscar y desarrollar estrategias que les permitan recuperar terreno, pero sobre todo: que el gobierno de la alternancia, resulte un fiasco, de tal suerte que los tamaulipecos piensen, salimos de Guatemala, para estar en Guatepeor. En pocas palabras: dependerán de la forma en que trabaje y se comprometa el nuevo gobierno.


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