jueves, 4 de agosto de 2016

¡NO QUIERO A OTRO CHILANGO!

Corría el primer año de gobierno de Emilio Martínez Manautou. En ese entonces yo cursaba el penúltimo tretramestre de la maestría en Administración Publica (UANL) y un amigo me invito a ser uno de sus colaboradores en una dirección gubernamental. Su razonamiento fue muy sencillo: ¡No quiero otro chilango más en mi dirección! Y es que, le habían dicho, si no tienes un candidato, pues nosotros sí.


Cada seis años, con el cambio de gubernatura, hay un fenómeno poblacional en la entidad: el de la migración, en este caso, de migración política. Y en aquel entonces, Martínez Manautou estaba convertido, como quien dice, en un extraño en Tamaulipas; de ahí que, buena parte de sus colaboradores eran del Distrito Federal; que viajaban cada fin de semana a ver a sus familias… y unos, hasta esquís llevaban, les gustaba el de “hierro”.


Pues ese fenómeno de la migración política ya se está viviendo en Tamaulipas. Ya están llegando a la capital de la entidad, digamos forasteros; unos de las propias ciudades tamaulipecas, Reynosa por ejemplo, pero también de otras entidades; en este caso, ya en los círculos sociales, se hablan de que están llegando caravanas de quienes de la Ciudad de México como de Puebla.


Y es que, el gobernador electo Francisco Javier García Cabeza de Vaca, tiene compromisos que van más allá de las fronteras tamaulipecas. Se menciona, por ejemplo, que la Secretaria de Desarrollo Económico está separada para un sobrino de Felipe Calderón; y ese, es sin duda, uno de tantos compromisos. Por eso, ya algunos panistas, se sienten un tanto desconsolados, porque se dan cuenta que ni los ven, ni los oyen.


¿Por qué es una migración política significativa? Por una razón muy sencilla: los puestos de confianza, los que ya se van, se van porque se van, son muchos; si entendemos que ahí se incluye a Secretarios, Subsecretarios, Directores, Subdirectores, Titulares de Comisiones y Entidades Paraestatales y hasta los jefes de departamento. Claro, no todos van a ser “forasteros”, algunos de los que ya están, pueden quedar igual o ser removidos a otra área. Algunos sobrevivirán a la avalancha de “forasteros”.


Por cierto, ya en algunas áreas de gobierno –prácticamente en todas las Secretarias-, están haciendo ajustes de personal. En algunos, quienes han tenido la oportunidad de quedarse, se sorprenden de que sean tantos. No más para que se den una idea, en un área gubernamental, ya “despidieron”, les dieron las gracias por sus servicios, a un grupo aproximado de 30 personas. Si esto se multiplica por cada Secretaria, ¡imaginen”, si, imaginen el total de los despedidos y es cuando uno se pregunta: ¿eran necesarios para hacer una tarea publica?


En fin, con eso de los forasteros, hay otros fenómenos que no se pueden soslayar: por ejemplo, se incrementa la demanda de casas de renta, obvio, inicialmente de habitaciones en hoteles; pero también, al paso del tiempo, es fácil advertir como, unos y otros, reunidos en grupos, hacen sus convivencias sociales y, nada extraño, observar entre ellos, ya integrados a hombres y mujeres del circulo local: hay nuevos papas y de pronto hasta un matrimonio desintegrado.


No se puede recriminar al nuevo gobernador electo que integre a su equipo con amigos y menos que sean forasteros. Ni una ley lo impide: todos tienen derecho a un trabajo. Pero si se le puede demandar, incluso exigir, que sus colaboradores sean expertos, que conozcan el tema, conozcan a Tamaulipas… son tiempos en que la improvisación y la irresponsabilidad en el ejercicio de una tarea publica tiene una sanción: la reprobación y la pérdida de confianza, de entrada.


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