Corría el primer año de gobierno de Emilio Martínez
Manautou. En ese entonces yo cursaba el penúltimo tretramestre de la maestría
en Administración Publica (UANL) y un amigo me invito a ser uno de sus
colaboradores en una dirección gubernamental. Su razonamiento fue muy sencillo:
¡No quiero otro chilango más en mi dirección! Y es que, le habían dicho, si no
tienes un candidato, pues nosotros sí.
Cada seis años, con el cambio de gubernatura, hay un
fenómeno poblacional en la entidad: el de la migración, en este caso, de
migración política. Y en aquel entonces, Martínez Manautou estaba convertido,
como quien dice, en un extraño en Tamaulipas; de ahí que, buena parte de sus
colaboradores eran del Distrito Federal; que viajaban cada fin de semana a ver
a sus familias… y unos, hasta esquís llevaban, les gustaba el de “hierro”.
Pues ese fenómeno de la migración política ya se está
viviendo en Tamaulipas. Ya están llegando a la capital de la entidad, digamos
forasteros; unos de las propias ciudades tamaulipecas, Reynosa por ejemplo,
pero también de otras entidades; en este caso, ya en los círculos sociales, se
hablan de que están llegando caravanas de quienes de la Ciudad de México como
de Puebla.
Y es que, el gobernador electo Francisco Javier García
Cabeza de Vaca, tiene compromisos que van más allá de las fronteras
tamaulipecas. Se menciona, por ejemplo, que la Secretaria de Desarrollo Económico
está separada para un sobrino de Felipe Calderón; y ese, es sin duda, uno de
tantos compromisos. Por eso, ya algunos panistas, se sienten un tanto
desconsolados, porque se dan cuenta que ni los ven, ni los oyen.
¿Por qué es una migración política significativa? Por una
razón muy sencilla: los puestos de confianza, los que ya se van, se van porque
se van, son muchos; si entendemos que ahí se incluye a Secretarios,
Subsecretarios, Directores, Subdirectores, Titulares de Comisiones y Entidades
Paraestatales y hasta los jefes de departamento. Claro, no todos van a ser
“forasteros”, algunos de los que ya están, pueden quedar igual o ser removidos
a otra área. Algunos sobrevivirán a la avalancha de “forasteros”.
Por cierto, ya en algunas áreas de gobierno –prácticamente
en todas las Secretarias-, están haciendo ajustes de personal. En algunos,
quienes han tenido la oportunidad de quedarse, se sorprenden de que sean
tantos. No más para que se den una idea, en un área gubernamental, ya
“despidieron”, les dieron las gracias por sus servicios, a un grupo aproximado
de 30 personas. Si esto se multiplica por cada Secretaria, ¡imaginen”, si,
imaginen el total de los despedidos y es cuando uno se pregunta: ¿eran
necesarios para hacer una tarea publica?
En fin, con eso de los forasteros, hay otros fenómenos
que no se pueden soslayar: por ejemplo, se incrementa la demanda de casas de
renta, obvio, inicialmente de habitaciones en hoteles; pero también, al paso
del tiempo, es fácil advertir como, unos y otros, reunidos en grupos, hacen sus
convivencias sociales y, nada extraño, observar entre ellos, ya integrados a
hombres y mujeres del circulo local: hay nuevos papas y de pronto hasta un
matrimonio desintegrado.
No se puede recriminar al nuevo gobernador electo que integre
a su equipo con amigos y menos que sean forasteros. Ni una ley lo impide: todos
tienen derecho a un trabajo. Pero si se le puede demandar, incluso exigir, que
sus colaboradores sean expertos, que conozcan el tema, conozcan a Tamaulipas…
son tiempos en que la improvisación y la irresponsabilidad en el ejercicio de
una tarea publica tiene una sanción: la reprobación y la pérdida de confianza,
de entrada.
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